Vivir en dictadura, de Javier Tébar y Rosa Toran nos recuerda lo que las generaciones jóvenes desconocen y las más maduras casi han olvidado: cómo era la vida cotidiana durante el franquismo. Y es que hoy el Franquismo ha muerto, pero su memoria no. Como régimen político la dictadura, una de las más longevas de la época de los fascismos, forma ya parte de la historia del siglo XX. Su memoria, sin embargo, todavía resuena en el espacio público y condiciona los actuales debates políticos.

Y en dichos debates casi nadie recuerda que –por poner solo unos ejemplos– las hijas o esposas no podían viajar sin autorización del padre o el marido. La homosexualidad estaba castigada con penas de cárcel: Las jóvenes debían realizar una especie de mili femenina (el Servicio Social) en el que se dedicaban a asuntos tan vitales como confeccionar canastillas para bebés: Existía la libreta de racionamiento y sin ella había que recurrir a la compra clandestina para obtener algunos alimentos… Un pasado al que no queremos volver aunque algunos parece que quieran recuperarlo.

Contra la desmemoria
Este libro es precisamente eso, un examen de las huellas de la dictadura franquista. ¿El propósito? Exponer las operaciones de borrado y robo de una parte fundamental de la historia y la memoria españolas. En definitiva, una respuesta a los mitos persistentes de la dictadura que hoy tratan de reactualizarse y difundirse. Y tratan de difundirse con argumentos banalizadores y en medio de una grave crisis social.

Por esta razón, a los autores les ha interesado suscitar la atención de las generaciones que nacieron cuando la dictadura moría y han crecido ya durante la democracia, pero también han atendido la posible utilidad que podría tener para el mundo de la enseñanza y de sus profesionales, situados en primera línea de la educación de las generaciones más jóvenes.