Vidas cruzadas: Inés Benítez y Mariana Manrique, marquesas de Lanzarote
Estudio histórico y edición de fuentes. Siglos XVI-XVII
- ISBN: 9788412595154
- Editorial: Mercurio Editorial
- Fecha de la edición: 2022
- Lugar de la edición: Madrid. España
- Colección: Universidad
- Encuadernación: Rústica
- Medidas: 22 cm
- Nº Pág.: 289
- Idiomas: Español
Las últimas décadas del siglo XVI lanzaroteño estuvieron caracterizadas por el gobierno del primer Conde y Marqués de Lanzarote, Agustín de Herrera y Rojas. Era descendiente de Inés Peraza y Diego Garcia de Herrera, los primeros señores que aglutinaron bajo su poder todo el archipiélago canario y que, posteriormente, fraccionaron, y destacó como soldado al servicio del Rey y la defensa de su territorio, lo que le condujo a la obtención de los títulos nobiliarios que, desde antiguo, su familia pudo desear.
Además, se ocupó de acrecentar sus posesiones, a través de la reagrupación de las partes en las que habían quedado divididas las islas de Lanzarote y Fuerteventura (conocido como señorío oriental), consiguiendo en poco tiempo poseer once doceavas partes de ambas islas. La gestión del señorío por su parte se conoce poco, dado que son escasos los testimonios documentales que nos han llegado de él, como consecuencia de la destrucción de archivos por parte de los corsarios que atacaron Lanzarote, principalmente en 1586 y 1618, dos episodios fatídicos para la Historia de la isla.
En el plano personal, el primer conde y marqués contrajo dos matrimonios y tuvo, al menos, una amante. El primero de los esponsales fue con una tinerfeña de nombre Inés Benítez de las Cuevas, mujer de buen linaje que proveyó a Agustín de cierta cantidad de dinero y ayuda para alcanzar sus logros. El segundo casamiento fue poco después del fallecimiento de Inés y, en esta ocasión, la elegida fue Mariana Manrique Enríquez de la Vega, descendiente de maderienses.
La vida de ambas mujeres presentan similitudes y diferencias, en cuanto a las experiencias y al protagonismo que tuvieron en Lanzarote, lo que nos posibilita cruzar sus vidas para conocerlas mejor.
Inés Benítez de las Cuevas, llevó una vida que podemos considerar casi estática, y aunque aportó al matrimonio una sustanciosa suma de dinero, careció de disponibilidad económica, en tanto que, durante las ausencias de su marido, que no eran pocas, requería préstamos para mantenerse.
Su matrimonio fue con un hombre joven y enérgico, impetuoso y aventurero, por lo que ella debió vivir tiempos de soledad, no sólo por las partidas de su marido, sino, también, por sus infidelidades.
Es un modelo de mujer común de la Edad Moderna, en el seno de la nobleza, en la que su potestad y capacidad de decisión no iba más allá de ratificar las decisiones de Agustín de Herrera, incluso aceptando y criando como propias las hijas ilegítimas de éste, o resolviendo sobre el destino de su dote, como reflejo de su máxima capacidad de actuación.
Por el contrario, Mariana Manrique Enríquez de la Vega, contrajo matrimonio con un hombre mayor y, tal vez, menos distante de sus posesiones insulares, lo que no fue óbice para que ella viajara a donde fuese menester, ya se tratase de Madeira o Madrid.
De la misma manera que su predecesora, aportó al matrimonio una buena cuantía económica, de la que el marqués siempre estuvo tan falto, pero consciente de lo que debía recibir a cambio, manifestando su carácter desde los mismos inicios de la unión marital, exigió que su marido le hiciera entrega de una manutención anual, lo que nos la presenta como una mujer mucho más independiente que la primera marquesa. Una independencia que creció de forma exponencial a partir del fallecimiento del primer Agustín de Herrera, cuando la viudez la dejó como una mujer de amplios poderes, al obtener la tutoría y curaduría del hijo de ambos y heredero del marquesado y estado de Lanzarote, por cuya posesión pleiteó con decisión y coraje con todo el que se posicionó frente a ella.
Si Inés Benítez es una mujer ensombrencida por la Historia, tanto por la falta de fuentes documentales como por no haber ejercido apenas poder; Mariana Manrique es una mujer sobresaliente en la Historia de las Islas Canarias, con sus luces y sus sombras.
Entre las primeras se encuentran su valentía y capacidad para gobernar configurando un círculo de poder formado por hombres que estaban a su servicio; su capacidad para superar crisis familiares, económicas y militares; su fuerza vital, que la llevó a sobrevivir a su hijo y nieto; amén de numerosos documentos que nos hablan de sus acciones y que, en gran medida, nos han llegado gracias a su conciencia sobre el valor patrimonial que suponía un archivo para una familia de la época.
En lo concerniente a las sombras, cabe preguntarse si, como escribió Viera y Clavijo, había educado a su hijo para ser dominado por ella; si realmente fue capaz de falsificar documentos en defensa de sus intereses, como se ha dicho; o si mantuvo relaciones sexuales con el arcediano Pedro Espino de Brito de las que nacieron dos hijos a quienes nunca trató como tales en los documentos oficiales.
En cualquier caso, se trata de dos mujeres que, procedentes de fuera, llegaron a Lanzarote en momentos cruciales. La primera, para vivir en primera persona cómo Agustín de Herrera alcanzaba sus objetivos de engrandecer las posesiones y el linaje con la obtención de títulos nobiliarios, cuestiones a las que ella contribuyó. La segunda, para batallar porque las pretensiones del primer marqués no se vieran socavadas por la disgregación de su patrimonio. Porque si en algún momento sus vidas se cruzaron completamente, fue a consecuencia del juicio que Mariana debió afrontar contra las decisiones testamentarias de Inés, que situaba a las hijas que el marqués tuvo con su amante, en posición preferente en la posesión del señorío, frente al hijo que el marqués tuvo con su segunda esposa, lo que supuso a Mariana no pocos conflictos y desvelos.
Ambas vivieron episodios históricos cruciales, entre los que se encuentran las consecuencias de la política internacional de la Monarquía Hispánica desde mitad del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII, representadas en las Islas Canarias por los ataques corsarios. Hechos, todos ellos, que las vinculan a una estirpe mujeres que vieron sus destinos cruzados por la Historia de Canarias, que comenzó con Inés Peraza de las Casas y Beatriz de Bobadilla y continuó con ellas.
Todos estos temas se tratan en el libro Vidas Cruzadas, del que somos autores Enrique Pérez Herrero y Víctor M. Bello Jiménez, un volumen editado por Mercurio editorial en el que se presenta un estudio histórico con semblanza de la vida de ambas marquesas, más la transcripción de sus testamentos e inventarios de bienes.