La apariencia exterior de un producto tiene un impacto esencial en el consumidor, le imprime un carácter distintivo y aumenta su valor.
En materia de propiedad industrial, la atención de la doctrina y el legislador se ha venido centrando de manera preferente en la necesidad de proteger las patentes y las marcas, ocupando el diseño un lugar secundario. Pero la importancia económica que el diseño tiene en el mercado es equiparable a la de estas otras figuras. La protección del diseño supone para las empresas una ventaja competitiva al generar un valor añadido al producto, configurándose el derecho de uso exclusivo como parte del activo empresarial. Siendo así, los instrumentos jurídicos que permiten asegurar la explotación exclusiva del diseño por quien lo ha creado o lo ha adquirido de su autor alcanzan una importancia decisiva.
Por el distinto ámbito territorial de protección debe distinguirse el diseño nacional, comunitario e internacional.