En Occidente nos aferrábamos, casi ideológicamente, a unas expectativas de paz perdurable suscitadas en 1995. En aquel entorno, tras la unificación de Alemania y superada la Guerra Fría, celebrábamos los doscientos años de la publicación del opúsculo La Paz perpetua de Immanuel Kant (1795-1995). Treinta años después el mundo ha cambiado, hemos entrado en una nueva época con dos guerras importantes vivas, sin fin a la vista, una en Europa (Ucrania) y otra en Oriente próximo (Israel), con crecientes tensiones y el riesgo de arrastrar al mundo a un conflicto de mayor amplitud. Además, crecen numerosas crisis: en el Mar Rojo, por el hostigamiento de los hutíes del Yemen; la alta tensión entre las dos Coreas; en el Indo Pacífico la continua presión de China a Taiwán y su asertiva presencia en el Mar de la China Meridional. Hay brasas encendidas en otros conflictos como Nagorno-Karabaj; los territorios Kurdos de Turquía; los conflictos civiles en Siria, Yemen, Sudán del Sur...