Los judíos expulsados de España en 1492 mantuvieron la lengua castellana y el recuerdo de su tierra durante siglos en todos los lugares del Mediterráneo por donde se extendieron. Nadie volvió a acordarse de ellos hasta mediados del siglo XIX, cuando por diferentes acontecimientos se tomó contacto con los descendientes de los expulsados, que seguían conservando la lengua española, y también los recelos, transmitidos de generación en generación. La posibilidad de su retorno oficial a España y la acogida que aquí podría dárseles, cuando en Europa se recrudecía el antisemitismo, desencadenaron cierta actividad diplomática que permitía paliar el aislamiento internacional y redimir al país de la acusación histórica de intolerancia. Además se crearon falsas expectativas económicas y comerciales en las que estos judíos ocuparían un lugar importante; pero, sobre todo, se originó un gran debate nacional, en el que se revisó toda la historia anterior y se analizó la situación del país en el siglo XIX. En ella intervinieron todos los partidos políticos, numerosas instituciones, los diarios y revistas más importantes y los intelectuales y periodistas de mayor prestigio. La obra incluye en apéndices una selección de documentos diplomáticos y periodísticos.