De don Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, se ha repetido hasta el tópico que combinó perfectamente las actividades políticas con las intelectuales y literarias, intuyendo ya el ideal del hombre completo y equilibrado renacentista. Probablemente, ello sea debido al ambiente familiar que despertó en él el gusto y el amor por las bellas artes, a un aprendizaje constante y progresivo que cultivó durante toda su vida y a un círculo de amigos cultos compuesto por traductores y humanistas. Mal conocedor del latín, no lo fue en cambio del francés y el italiano. Gran admirador de uno de los maestros de este último, Dante, expresó su humildad ante la obra del gran escritor con un diminutivo: la 'Comedieta de Ponça', un poema patriótico que narra la desastrosa derrota naval de Alfonso V ante una escuadra genovesa al servicio del duque de Milán. Y en sus 'Sonetos' pretendió también, en un intento sólo parcialmente logrado, escribir <>.