A este paso, acabaremos convirtiendo lo que en el pasado eran reivindicaciones de mínimos, en programa de máximos para el futuro. En efecto, aspirar a que el mundo sea un lugar hospitalario ha terminado por convertirse, con el devenir de la historia, en una de las últimas utopías pensables. Pero hemos llegado aquí, convendrá dejarlo claro, no como resultado de una ilusión sino de una desilusión. Aunque tal vez fuera mejor decir como resultado de una calamidad. Una calamidad organizada, habría que continuar puntualizando, que se ha servido de los recursos de todo tipo alcanzados por la humanidad en su estadio más alto de desarrollo para excluir a amplios sectores de la población. Así, hemos incorporado a nuestro paisaje cotidiano la imagen de hombres, mujeres y niños vagando por el planeta, por sus desiertos y por sus mares, como cuerpos en pena, en busca de un lugar en el que recalar, en el que poder desarrollar un proyecto de vida, por sencillo y modesto que sea.
Pero esta reivindicación, en apariencia tan de mínimos, de un simple lugar en el que dejar caer el propio cuerpo solo muestra su calado teórico, su hondura conceptual y su ambición política, cuando se analiza, como hace Campillo en este libro, a la luz del ?giro espacial? que se ha dado en las últimas décadas en los más diversos campos de la cultura contemporánea. Tal vez lo más inquietante de lo que nos suceda hoy no sea que, como se lamentaba el poeta, haya que luchar por lo evidente, sino que esa lucha por lo evidente se haya convertido en lo más revolucionario que seamos capaces de pensar.