Cada vez más, las empresas públicas o privadas, las administraciones estatal, autonómica o local complementan la formación de los individuos. Los más ilustrados del país, después de terminar sus etapas formativas en los diferentes niveles de educación superior optan, concursan, opositan, ocupan un puesto dentro de alguna organización empresarial, considerando como tal cualquier centro neurálgico de decisión, con búsqueda de beneficios dinerarios y, al fin y al cabo, buscando también el prestigio o el reconocimiento personal ante sus dirigentes, políticos o no.
La dimensión empresarial como conjunto social busca sobreponerse a los desenlaces desfavorables causados por las malas decisiones, reconstruyendo los vínculos internos y tendiendo puentes ante los desencuentros propios de la condición humana en las gentes. Esa es la resiliencia, que debe ser propia e innata de cada empresa, de cada grupo humano dispuesto a trabajar unido y con un objetivo único.
La empresa es fundamental como lugar adecuado para el desarrollo de la persona, árbol muy grande a escalar para, sin prisa, pero sin pausa, intentar un proyecto de vida profesional.