Investigaciones modernas sobre las causas que llevaron a la destrucción de los espléndidos edificios y ornamentos que adornaban la antigua ciudad de Roma han cambiado por completo las creencias: la destrucción de la ciudad no es producto del ataque de los godos, los hunos y los vándalos. De hecho, fueron los propios romanos los que destruyeron su ciudad: desde los tiempos de la ciudad de ladrillo del emperador Augusto, transformada en una espléndida ciudad de mármol, hasta la época en que definitivamente se instalara el poder papal. En todo este inmenso período de tiempo ha sido costumbre la destrucción de antiguas estructuras para erigir otras nuevas utilizando el material de estos edificios.
Ciertamente la naturaleza ha hecho lo suyo: el fuego, los terremotos, las heladas y las grandes variaciones de temperatura. No obstante, Roma es una ciudad en ruinas en gran parte debido a la mano del hombre.