Carlos el Emperador es el gran protagonista de esta novela junto con algunos de sus más próximos familiares, allegados y protegidos; y no sólo durante su reinado sino incluso podríamos asegurar que también en los años posteriores a su fallecimiento. Habría que señalar que su relevante notoriedad en esta novela no lo es tanto debido a las grandes gestas de su reinado, sino triste y lamentablemente por otros sorprendentes hechos y sucesos hoy ignorados, pero supuestamente acaecidos y entonces baladís para él y para los suyos, pero que dejaron huella. Eventos que posiblemente sí tuvieron una influencia nefasta y desdichadamente trascendental en nuestro país y que hoy nos siguen velados; y ello a pesar de que además de sus circunstancias, su época y los lugares donde sucedieron, la fehaciente historiografía los ha venido cándidamente exponiendo sin palabras con palmaria evidencia.

Diremos por tanto que, sin despreciar en un punto los datos fidedignos que los biógrafos e investigadores nos han legado, nos atrevemos a relatar en esta novela lo qué posiblemente pudo suceder en España a partir de su vuelta desde Bolonia en 1533, una vez coronado por el Pontífice, hasta mucho más allá de su final en Yuste. En realidad, hasta la huida del país de un personaje aciago, pernicioso y lamentablemente funesto para nuestra historia (con el cual conjeturamos que le unían estrechos lazos de sangre), el cual fatídicamente vino a jugar un triste papel en el devenir de nuestros
postreros años y siglos: el secretario Antonio Pérez.

"La realidad histórica ¿no es más que lo que nos cuentan los historiadores?" (Ortega y Gasset).