La carrera de Francisco Ibáñez de Peralta, cuya gestión a la cabeza del gobierno de Chile entre 1700 y 1709 ha sido objeto de coincidentes juicios negativos de cronistas e historiadores nacionales, es un buen ejemplo del funcionamiento de las redes de parentesco, de clientela, de protección y de amistad, cuyo conocimiento resulta tan determinante para una mejor comprensión de los procesos históricos. El caso de Ibáñez de Peralta, que en una primera aproximación parece extremo por las acusaciones de nepotismo, de arbitrariedad y de corrupción de que fue objeto, que lo han convertido en el paradigma de mal funcionario de la monarquía, dista mucho de ser único, pero tiene peculiaridades que le otorgan especial interés. Por una parte, pone de manifiesto la existencia de varios sistemas de redes -como también se advierte en otros gobernadores-, todos ellos interconectados: uno en España, otro en Perú y un tercero en Chile. Por otra, el gobierno de Ibáñez de Peralta se inició con un telón de fondo constituido por la instalación en el trono español de una nueva dinastía y el desarrollo de la guerra de sucesión por la Corona peninsular, en que intervinieron por el pretendiente Habsburgo las fuerzas imperiales unidas a las inglesas, portuguesas y holandesas, y por los derechos del Rey Borbón, las francesas y españolas. La participación de algunos miembros de la familia de Francisco Ibáñez de Peralta en dicha guerra, y en el derrotado bando austracista, es un elemento poco habitual en la historia indiana, que da ciertas luces sobre elc omportamiento del biografiado y de sus parientes en una complejísima coyuntura de la monarquía y que ayuda a comprender la virulencia de los juicios difundidos sobre su gobierno.