Con estas tres novelas ambientadas a lo largo de los siglos XVI y XVIII Salvador de Madariaga concluye el ambicioso ciclo de Esquiveles y Manriques: cinco títulos en suma que nos adentran en el complejo mundo de la Conquista y Colonización de América hasta el comienzo de su liberación política, a través de los avatares de estas dos sagas familiares que van cruzando sus destinos de generación en generación. Así lo comprobamos en Una gota de tiempo, cuya acción se desarrolla en el Perú de mediados del XVI gobernado por Gonzalo Pizarro, y retrata las luchas de poder entre los conquistadores y sus descendientes, o la relación sentimental entre un español y una india que ya vimos en anteriores novelas.
La corrupción, la ambición de poder de los españoles y el erotismo inherente a todos los personajes siguen siendo material narrativo de El semental negro, que concentra el peso del argumento sobre el triángulo amoroso formado por el Virrey, su esposa y Rodrigo Manrique. Sin embargo, habremos de esperar a Satanael para que los caminos de Esquiveles y Manriques terminen por unirse definitivamente, aunque a diferencia de las obras precedentes, ahora nos encontramos en escenarios tan variados como Venezuela, Cuba o España, y en pleno siglo XVIII prerrevolucionario con todos los grandes cambios que ello acarrea.
En toda la serie persiste esa hábil combinación de la pequeña historia doméstica y sentimental sobre el telón de fondo de los grandes acontecimientos históricos, y la mezcla de la escritura realista con ciertos pasajes de carácter onírico que dan cabida a otras técnicas novedosas como la corriente de conciencia o descripciones que rozan lo impresionista. Podemos concluir, entonces, que en estas cinco novelas Madariaga nos muestra a los españoles y los indios con sus luces y sus sombras, planteando las dificultades del encuentro entre la vieja Europa y el Nuevo Mundo en este “faraónico fresco del mestizaje cultural y religioso hispánico” por citar como colofón las palabras con que lo definió Santos Sanz Villanueva.