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Los rostros de la injusticia

Los rostros de la injusticia

  • ISBN: 9788425432132
  • Editorial: Herder Editorial
  • Lugar de la edición: Barcelona. España
  • Edición número: 2ª ed.
  • Colección: Pensamiento Herder
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 21 cm
  • Nº Pág.: 200
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
17,80 €
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Resumen

A pesar de su enorme éxito docente y de la publicación de una decena de libros, Judith Shklar —primera mujer que ocupó la cátedra de Ciencia Política en Harvard y la presidencia de la Asociación Americana de Ciencia Política— no solo no ha alcanzado la repercusión de otros grandes de la teoría política estadounidense como Rawls, Walzer o Nozick, sino que continúa siendo una completa desconocida en el ámbito hispanohablante.

El aspecto más original de su obra, que la vincula con Berlin y Arendt, es el liberalismo del miedo. El siglo XX pone ante nuestros ojos un paisaje de horrores que no ha conseguido mitigarse, ya que violencia, crueldad y coerción persisten en la mayoría de las sociedades, y afectan sobre todo a los más desfavorecidos, lo que impide ilusionarse con la política. No hay más solución que la liberal de un gobierno limitado constitucionalmente, el Estado de derecho. Pero este no debe ser interiorizado como un mero seguimiento de reglas por parte de autoridades y ciudadanos, sino que ha de darse un activismo vigilante: lo importante es institucionalizar la sospecha, ya que solo una población desconfiada puede quitarse de encima el miedo y velar por sus derechos.

La tesis central de la presente obra, en la que se dan la mano Montaigne y Rousseau, es que las teorías de la justicia desarrolladas desde Platón hasta Rawls han generado una concepción de la misma como algo abstracto e impersonal que no abarca todas las dimensiones de su opuesto, la injusticia. Solo si nos comprometemos y, mediante procedimientos democráticos, expresamos permanentemente nuestro sentido de la injusticia, conseguiremos que los gobernantes se impliquen en tratar de aminorarla. El bienestar de la democracia depende de dicho compromiso.

Prólogo de Fernando Vallespín.

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