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Las ilusiones del progreso

Las ilusiones del progreso
(estudios sobre el porvenir social)

  • ISBN: 9788498368451
  • Editorial: Editorial Comares
  • Lugar de la edición: Granada. España
  • Colección: Crítica del Derecho. Arte del Derecho
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 23 cm
  • Nº Pág.: 165
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
26,00 €
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Resumen

Georges Sorel (1847-1922) es uno de los grandes pensadores de la época de la democracia de masas y un gran teórico del sindicalismo y unos de lo más importantes teóricos políticos franceses desde finales del siglo XIX. Su pensamiento crítico se filtrará en las más variadas corrientes de pensamiento, lo que, entre otras cosas, le convierte en un pensador «clave» para entender el mundo del siglo veinte, aunque muy difícil de encuadrar en una corriente ideológica o de pensamiento determinada. Es un intelectual que reaccionó compleja y contradictoriamente a la incertidumbre y a los dilemas del tiempo histórico que le tocó vivir, es decir, el cruce del largo siglo XIX y el inicio del corto y trágico siglo XX. Así se ha destacado su influencia en autores tan diversos como Antonio Gramsci, Walter Benjamin y Carl Schmitt; e incluso cierta influencia en Georg Lukács, en lo que coincide su oposición al liberalismo y al parlamentarismo, pero discrepando del «decisionismo moral y obrero» de Walter Benjamin y Sorel y el «decisionismo jurídico-político» nacional y autoritario de Carl Schmitt. Ya hay que tener en cuenta que mantuvo una abundante correspondencia con personajes destacados de su época, como Antonio Labriola, Benedetto Croce, Henri Bergson, Vilfredo Pareto, Roberto Michels, etc.; y ejerció también una gran influencia en otros muchos pensadores, como Eduard Bernstein y en algunos menos conocidos, pero también importantes, como es el caso de José Carlos Mariátegui. Pero también Sorel había influenciado en pensadores del llamado «modernismo reaccionario», como Ernst Jünger, Oswald Spengler, Carl Schmitt y el mismo Benito Mussolini. Ernst Jünger –modernista reaccionario– aclamaba la guerra como una liberación de las restricciones impuestas al «deseo de pelear» de una clase media aburrida y fastidiosa, acomodada, y obsesionada por una necesidad de seguridad y orden. Y del mismo modo que Sorel, defendía la acción violenta como una liberación de las restricciones del intelecto. Hace notar Sternhell, al respecto, que de hecho, el pensamiento de Sorel aparecerá en el primer tercio del siglo veinte como una variante francesa de esa «revolución conservadora» que había de florecer principalmente en Alemania, donde constituyó la variante local del totalitarismo. Esta escuela se hizo célebre a través de la obra de Spengler, Moeller van den Bruck, Paul Lagarde, Julius Langbehn y Ernst Jünger. Un revolucionario conservador, tal era Sorel en 1912. Sorel era un revolucionario antidemócrata, antinacionalista y contrario a la idea optimista de progreso. De ahí su apoyo y adhesión tardía a la ideología a la Acción Francesa de Maurras. Muchos de los pertenecientes a la «Nueva Escuela » soleriana darían el paso decisivo en implicarse en los movimientos reaccionarios, nacionalistas, antisemitas y fascistas. Estos autores eran críticos con la democracia parlamentaria y con los valores burgueses considerados decadentes. Pero aparte de la influencia, más o menos intensa, en la intelectualidad de la época, la filosofía política y las concepciones míticas del sindicalismo revolucionario, de la violencia y de la huelga general de subversión del orden capitalista y expresión de la lucha de clases tuvieron una gran expansión en prácticamente todos los movimientos sociales de la época.

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