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Las catorce Filípicas de M. Tulio Cicerón en su contexto histórico

Las catorce Filípicas de M. Tulio Cicerón en su contexto histórico

  • ISBN: 9788479561291
  • Editorial: Instituto de Estudios Humanísticos
  • Lugar de la edición: Teruel. España
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 24 cm
  • Nº Pág.: 598
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
59,66 €
Sin Stock. Disponible en 7/10 días.

Resumen

Nada hubo tan indigno en aquel tiempo como que César Augusto se viera forzado a proscribir a alguien o que por alguien fuera proscrito Cicerón. De modo que la voz del pueblo fue amputada por el criminal Antonio, al no haber defendido nadie la salvación de quien había defendido durante tantos años la salvación de la Ciudad y la de sus ciudadanos. Nada sin embargo conseguiste, Marco Antonio -¡la indignación en que prorrumpen mi alma y mi pecho me obliga a esta digresión!- nada, digo, conseguiste pagando a mercenarios por el degollamiento de aquella cabeza tan preclara del divino orador ni provocando con pacto fúnebre la condena a muerte de tan gran Cónsul salvador otrora de la Patria. Arrebataste entonces a Cicerón días de angustia, de edad senil y de vida, que le hubiera sido más desdichada bajo tu principado de cuanto lo fue la muerte bajo tu triunvirato; pero, lejos de arrebatarle la fama y la gloria de sus proezas y discursos, las has acrecentado. Vive y vivirá continuamente en la memoria de los siglos y, mientras este cuerpo de la Naturaleza (fundado en la casualidad, en la providencia o en lo que sea, al que quizá él solo entre todos los Romanos concibió en su mente, abarcó en su inteligencia e iluminó con su elocuencia) permanezca incólume, prolongará asociada a su duración la alabanza de Cicerón; y la posteridad admirará sus escritos contra ti, execrará tu crimen contra él y desaparecerá de la tierra el género humano antes que su nombre.

C. Velleius Paterculus, Historia Romana 2.66.2-5 (20 a.C. - 31 d.C.)

Pero de nada valdrían el estremecimiento y la catarsis de esta antigua tragedia, si el pathos de su fatalidad no alcanzara a remediar el infortunio de la nuestra.

Prólogo de Antonio Capellán García.

Coeditado con Libros Pórtico.

Resumen

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