No es éste uno de esos libros usuales para excursionistas y montañeros, ocupado en acotar tiempos y distancias y en describir los pormenores físicos del camino. Ese tipo de información no tendría mucho sentido ya que, como afirma el autor, si el caminante se pierde completamente por el valle leonés de Laciana, declarado Reserva Mundial de la Biosfera, eso que sale ganando. El lector y explorador encontrará algo más en estas páginas: el recuerdo de la profusión de entes variopintos que holló las infinitas sendas de este país de leyenda. Santos anacoretas y frailes bandoleros, turbadoras diosas adolescentes, admirables empresarios en el ramo de los pulimentos, ilustrados filántropos en competición, bulliciosos bosques herméticos, brujas y ectoplasmas diversos, buscadores de oro, vacas salvajes, ofidios robadores de leche, indómitos osos pardos, políticos visionarios y mineros heroicos y rebeldes. Los protagonistas de las historias que aquí se cuentan pululan entre las brumas de sahumerio que ahora penden sobre el otoño magnífico de los montes, sobre el otoño incierto de unos modos y medios de vida removidos por segunda vez en el plazo de un siglo y también sobre el otoño íntimo que trasluce alguno de los relatos, el de una dulce memoria que flamea sobre la luz dorada. Siempre un otoño rebosante de cariño, de humor y de promesas que anuncian para El Valle una renovada primavera.