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La libertad del artista

La libertad del artista
censuras, límites y cancelaciones

  • ISBN: 9788418239922
  • Editorial: Athenaica Ediciones Universitarias
  • Lugar de la edición: Sevilla. España
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 22 cm
  • Nº Pág.: 260
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
25,00 €
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Resumen

El artista, al menos desde el Romanticismo, se ha erigido en el profanador natural del tabú. De forma explícita y deseada, o bien a su pesar, su conflicto con la moralidad social ha sido también un conflicto con los límites jurídicos. Frente a estos límites, derivados principalmente de la idea de lo sacrílego o lo obsceno, el artista ha ido conquistando su libertad de crear, su derecho a la irreverencia, dentro de un mundo que por ser de ficción o de figuración no puede causar daño. El arte, sin embargo, juega a superar ese pacto de ficción con el público, pisando así de nuevo los límites de lo ilícito. La irreverencia del artista, en las democracias liberales de hoy, apenas mantiene su vieja épica en la lucha contra la burocracia estatal, sino que es el enfrentamiento contra las diversas manifestaciones de la llamada cultura de la cancelación lo que cifra en muchos casos la lealtad del artista a su propia libertad creadora. Así, cuando los Estados habían asumido la transgresión como parte de la libertad artística y parecía morir una determinada forma de entender y legitimar la esfera propia del arte, la cultura de la cancelación, silenciando o condenando a algunos autores al ostracismo, ha revitalizado el potencial de reflexión irreverente de las obras. En otras palabras, ha situado de nuevo la libertad del artista en el centro del debate social, lo cual nos obliga, como se hace en este libro, a discurrir críticamente sobre autobiografías indiscretas, corridas de toros, raperos desalmados, películas que hacen uso de la pornografía o de crímenes reales, grafiteros vandálicos y aquellos vanguardistas que sin proponérselo sentaron las bases de cómo el arte puede ser subversivo.

Prólogo. La ilusión de una experiencia vital
por Albert Serra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .19
Introducción. El artista, animal territorial . . . . . . . . 21
Un presupuesto de partida: el arte como
comunicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29
Lo que la obra dice es cosa de dos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Lo que las vanguardias nos dicen de la libertad artística . . . . . . 39
El arte (para el jurista) es lo que los artistas
hacen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .51
Un lugar dentro del cual el hombre es único
(como no puede serlo, por ahora, la Inteligencia Artificial) 61
El derecho a la irreverencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
El arte, el daño y el pacto de ficción . . . . . . . . . . . . . . . 77
Ficción sucia y autoficción indiscreta . . . . . . . . . . . . .93
Sobre el derecho a la inspiración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
Cuando el pacto de ficción no es claro . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
La imaginación de la intimidad ajena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
Autoficción propia y derechos ajenos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
El arte más allá de la ficción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .121
El delito como bella arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
La autoría artística del arte ilegal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
Lienzos carnales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Arte, animales y una reflexión jurídica sobre el arte de torear . .134
Ficción sin pacto. Ficción incendiaria . . . . . . . . . . . . 151
El arte abyecto y el dilema del artista abusador . .161
El artista y lo sagrado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .169
Blasfemar no es lo que era. La blasfemia en la era postsecular . .184
Lo obsceno. El Ulysses no era porno . . . . . . . . . . . . . . . . 197
El Estado Social y la censura. Censurar por la vía
de subvencionar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .209
La promoción del arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 214
El arte en el foro público . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219
La promoción de la libertad artística . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
El discurso artístico del Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 224
Epílogo. La libertad artística y la cultura de la
cancelación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .245

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