La nueva izquierda aparece como un movimiento neomarxista que poco o nada tiene que ver con esta ideología, en el sentido que ha sido sustituida por una vaga y manipulada versión de la hegemonía de Gramsci, en la que –siguiendo una matriz foucaultiana– la lucha por la igualdad ha sido jibarizada por la exaltación de la diferencia. De hecho, convertida en publicidad, la postiza pero estereotipada terminología marxiana se ha convertido en el andamiaje para el ámbito de la guerra cultural, entendido esta como el espacio donde los esquemas conceptuales de las personas se modifican a través del lenguaje políticamente correcto. De este modo, al objeto de modificar los marcos mentales que los seres humanos poseen para tomar conciencia de su existencia y su entorno, se ha tratado de alienar a la ciudadanía, infantilizándola con reivindicaciones de matriz consumista y deseante; cuya normalización se ha producido a través de la introducción sistemática de enunciados que, previamente prestigiadas por las “élites”, adquieren y son dotadas de contenido “progresista”.

En torno a esta realidad política no siempre evidenciada e incluso, muchas veces, mostrada en un sentido sibilinamente contrario, presentamos este ensayo colectivo que pretende subrayar el carácter liberal de las nuevas presentaciones de izquierdas que han ido acompañando a las democracias occidentales en las últimas décadas del siglo XX y las primeras de la presente centuria. Esta transformación es, en parte, la cara visible de la decadencia política y cultural de un mundo que está buscando su lugar tras los episodios catastróficos visualizados en los periodos de las grandes guerras del siglo XX y que responde al paulatino (y consciente) abandono de las auténticas raíces políticas y sociales de occidente. Un olvido que resulta trágico en el caso europeo, capaz de negar, incluso con ostentación, la trascendencia de su legado clásico y cristiano.