Eds. Javier Castillo Fernández, José Antonio Gómez Hernández, Pedro Quílez Simón. Este libro explica las iniciativas sociales y educativas que las bibliotecas llevan a cabo en situaciones de crisis económica o recesión. Se trata de mostrar las buenas prácticas para estimular su extensión, promover que cada biblioteca haga un ejercicio de reflexión sobre cómo readaptar sus servicios para los usuarios desempleados o afectados por las circunstancias que la crisis provoca. En la obra se justifica esta función de la biblioteca, se analizan los orígenes y características de la pobreza y de los procesos de exclusión social, y se intenta proponer, a través de la descripción de buenos ejemplos, que se impliquen al máximo con los colectivos más desfavorecidos. Creemos que las bibliotecas públicas tienen que ver con la ciudadanía, con la democracia, con la integración y la cohesión social; son mucho más que libros, y eso las hace fundamentales. De hecho, están cada día más llenas de usuarios con más tiempo, menos recursos, y más ganas de aprender e informarse: si en 2009 recibieron 100 millones de visitas en España (el doble que los museos), en 2010 serán mucho más. Pero para ayudar a estas personas las bibliotecas están sufriendo grandes recortes presupuestarios, y también deben intentar reivindicar la importancia para la ciudadanía de su acción compensatoria en las desigualdades de acceso a la información y creadora de oportunidades, de modo que se respeten sus presupuestos a pesar de no formar parte de la cultura más espectacular. Generan capital social a través de su labor inclusiva y educadora; a través de sus infraestructuras, conexiones, colecciones, la atención de su personal y sus iniciativas culturales y formativas mejoran la calidad de vida y las posibilidades de los usuarios, y deben defenderse a toda costa.