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La Armada Española (VII): La edad de oro de la Marina Real, 1754-1793

La Armada Española (VII): La edad de oro de la Marina Real, 1754-1793
(Revista Desperta Ferro, Nº ESPECIAL XXXVIII, año 2024)

  • ISBN: 101109289
  • Editorial: Desperta Ferro Ediciones
  • Lugar de la edición: Madrid. España
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 28 cm
  • Nº Pág.: 81
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
8,50 €
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Resumen

La Armada española tuvo su época de máximo esplendor en la segunda mitad del siglo XVIII. Merced a las reformas administrativas y fiscales y las innovaciones técnicas y científicas, los buques españoles, tripulados por oficiales formados, muchos de ellos, en la Real Academia de Guardias Marinas, extendieron su dominio y sus navegaciones del Mediterráneo al mar de China, del Caribe a la Patagonia y del Perú a la Polinesia. La Armada creció de modo espectacular en número de buques por medio de la creación y ampliación de arsenales hasta desplegar en su apogeo cerca de trescientos buques grandes y pequeños. Carlos III era consciente de la importancia del mar: tras la derrota ante Gran Bretaña en 1762, dedicó ingentes esfuerzos a expandir su flota; esto se cristalizó en las dos décadas siguientes, en los éxitos sobre los portugueses en la colonia de Sacramento y Río Grande, sobre los británicos en el Caribe y frente a los corsarios berberiscos en el Mediterráneo. A la postre, fue la crisis fiscal ocasionada por el crecimiento sin mesura de la Marina Real española, antes que la acción de sus enemigos, lo que puso fin a esta época dorada. España sencillamente no tenía capacidad económica para sostener una flota de tales dimensiones. Sobre esta marina, capaz de medirse a la británica, que llevó a cabo expediciones científicas por todo el mundo, que modernizó sus arsenales con la maquinaria más avanzada, que diseñó y construyó los mejores buques de su época, y que innovó con nuevas tipologías de naves, trata este número especial de la serie que dedicamos a la Armada española.

La edad de oro de la Real Armada. La madurez del sistema naval español en la segunda mitad del siglo XVIII por Rafael Torres Sánchez (Universidad de Navarra)
La Armada española alcanzó su edad de oro durante la segunda mitad del siglo XVIII. Su apogeo no fue una cuestión meramente material, de más recursos económicos, barcos o gente empleada, sino más bien de madurez del sistema naval que se venía creando desde el inicio del siglo. La Real Armada logró entonces convertirse en una poderosa institución, capaz de operar en todos los mares del mundo conocido y de alcanzar una independencia jurisdiccional que empleó para posicionarse en la vanguardia tecnológica internacional e implementar estrategias más ofensivas.

La administración de la Armada con Carlos III por María Baudot Monroy (Universidad Nacional de Educación a Distancia)
Julián de Arriaga sucedió al marqués de la Ensenada en las secretarías de Marina e Indias en julio de 1754, y fue el primer miembro del Cuerpo General de la Armada que accedió al cargo, inaugurando una tendencia que se consolidó con los nombramientos de sus sucesores, los marinos Pedro González de Castejón y Antonio Valdés y Bazán. La sustitución de miembros del Cuerpo de Ministerio –“la pluma”–, que habían estado al frente de la administración y gestión de la Armada desde su creación en 1717, por miembros del Cuerpo General –“la espada”– a partir del nombramiento de Arriaga en 1754, supuso un giro decisivo para el desarrollo de la Marina española. El cambio se produjo dentro de una dinámica conocida como “enfrentamiento entre la pluma y la espada”.

Árboles para la Marina. Las políticas forestales del siglo XVIII por Óscar Riezu Elizalde (Universidad de Navarra)
El cambio del siglo XVII al XVIII trajo a España una nueva dinastía y con ella una nueva política. Con los Borbones se comenzó a mirar a América de verdad, por tanto una de las primeras grandes medidas en las que se centraron los esfuerzos fue en crear una Armada que pudiera competir con la británica y permitiese que el comercio con los territorios de ultramar no fuese interrumpido por cualquier potencia extranjera. La adecuada provisión de madera fue imprescindible para ello.

Munición de boca. La batalla diaria de la alimentación en los buques de la Real Armada por Rafael Torres Sánchez (Universidad de Navarra)
Dar de comer a la gente de mar era una tarea titánica. Asegurar el alimento diario, en la cantidad y calidad necesarias, para permitir a los tripulantes y guarnición de los buques continuar su intensa actividad cotidiana, se convertía en una batalla diaria. Todo el sistema naval español se movilizaba para superar el reto, y la fortaleza se demostraba al adaptarse con flexibilidad a la demanda cambiante del servicio. El carácter estratégico que la Real Armada concedía a la alimentación se refleja perfectamente en la forma en que se refería a los víveres: “munición de boca”. Para la Marina, los alimentos eran un arma imprescindible, exactamente igual que la pólvora, las balas y los cartuchos de artillería.

Las infraestructuras de la Marina. El desarrollo de los arsenales peninsulares por Agustín González Enciso (Universidad de Navarra)
Los arsenales eran grandes centros productivos, complejos unitarios muy articulados donde, por medio de múltiples factores de producción, se organizaban las escuadras y las expediciones de guerra, y se mantenían y resguardaban las naves. Son bases navales que tienen asignados los buques de guerra que allí se estacionan y donde estos reciben los cuidados necesarios para su operatividad. Esta labor es complementaria con la de construcción naval. Todos los arsenales tenían su correspondiente astillero, que en la segunda mitad del siglo eran fijos y se ubicaban solamente en los arsenales.

La política de construcción naval. Gautier, Romero de Landa y Retamosa (1763-1798) por Iván Valdez-Bubnov (Universidad Nacional Autónoma de México)
El desenlace de la Guerra de los Siete Años (1756-1763) fue una catástrofe para el Tercer Pacto de Familia. La destrucción del imperio francés en Norteamérica y la India, así como la ocupación británica de los puertos hispanos de La Habana y Manila, desencadenaron un viraje importante en la gran estrategia de las potencias borbónicas. En el caso español, esto representó el abandono de la política de neutralidad armada, así como el fin de la restricción del gasto naval ejercida durante los primeros años de frey Julián de Arriaga al frente de la Secretaría de Marina. Esto hizo posible el desarrollo de vastos programas de construcción naval, basados inicialmente en una política de estandarización tecnológica con la Marina francesa, así como en una reforma administrativa que transformó profundamente la estructura administrativa de la Real Armada.

La forja de una élite naval. La oficialidad de la Armada en el siglo XVIII por Pablo Ortega del Cerro (Universidad de Cádiz)
Cuando hablamos de la Armada española del siglo XVIII es inevitable no pensar en la oficialidad que comandó los numerosos buques de guerra que surcaron los océanos del globo y defendieron el comercio y los territorios coloniales. Desde la creación de la Real Armada, en 1714, los oficiales conformaron el grupo rector que controló, gestionó y mejoró constantemente la institución naval para adaptarla a los retos militares y los avances científicos que se fueron sucediendo a lo largo de la centuria. El oficial tipo debía ser, al mismo tiempo, un buen marinero, un militar eficiente y un líder contrastado.

Juan José Navarro, marqués de la Victoria. Un reformador de la Armada por Agustín Ramón Rodríguez González (Real Academia de la Historia)
Muy sorprendentemente, Juan José Navarro fue uno de los marinos españoles más destacados del siglo XVIII, y en múltiples y muy variados aspectos, que tuvo una larga y fructífera vida, no parece haber merecido la atención esperable, pues, además de los méritos que le valieron su alto título nobiliario, destacó en aspectos tales como la ingeniería, tanto de buques como de fortificaciones, puertos y arsenales, en la organización y la enseñanza, táctica y evoluciones, y en navegación y geografía, además de ser magnífico ilustrador.

El Santísima Trinidad. Un navío de cuarto puentes por Enrique García-Torralba Pérez
El mayor buque de guerra del mundo de su tiempo, el llamado “Escorial de los mares”, el navío seguramente más conocido de la Real Armada del siglo XVIII y más reproducido por los modelistas, el que ha recibido épicos comentarios por su fortaleza y su potencia de fuego, fue, probablemente, el mayor error constructivo de su época y, desde luego, un buque desgraciado desde su nacimiento hasta su muerte. Sin embargo, el cúmulo de errores sufridos por el Trinidad no es representativo de la construcción naval española, que, por el contrario, alcanzaba en esta época, precisamente, el cénit de su perfección técnica con buques como el Santa Ana y sus hermanos y con la serie de los Ildefonsinos, catalogables entre los mejores, si no los mejores, del mundo.

Cañoneras, brulotes y baterías flotantes. Los ingenios del bloqueo de Gibraltar por Agustín Ramón Rodríguez González (Real Academia de la Historia)
En las operaciones de asedio y bloqueo de Gibraltar entre 1779 y 1783 fue necesario superar las dificultades que presentaban los buques y armas de la época, causadas por la estrechez del istmo que une el peñón con el continente, la altura misma del peñón que domina el campo de Gibraltar y el escaso alcance y contundencia de la artillería de entonces. Tras el fracaso del bloqueo naval de la plaza, dependiente del mar para sus provisiones de toda índole, refuerzos y evacuación de heridos y enfermos, se recurrió en primera instancia al uso de brulotes, embarcaciones cargadas de material inflamable y explosivos, así como a buques de nueva invención, las baterías flotantes y las lanchas cañoneras.

La Marina ilustrada. Ciencia y técnica en la Real Armada por Francisco José González González (Escuela de Estudios Superiores de la Armada)
A principios del siglo XVIII, una vez finalizada la Guerra de Sucesión, los gobiernos de Felipe V trataron de introducir en España los avances científicos y tecnológicos producidos en el resto de Europa durante el periodo de aislamiento intelectual que había caracterizado a la España de la época de los Austrias. España carecía de instituciones académicas para el fomento de la ciencia como las existentes desde el siglo XVII en Francia o Gran Bretaña, y la universidad aún permanecía anclada en estructuras arcaicas y enseñanzas aristotélicas. De ahí que, en muchas ocasiones, estos gobiernos tuvieran que utilizar a determinados cuerpos militares para institucionalizar y desarrollar algunas disciplinas científicas y técnicas de mucho interés práctico y estratégico para el Estado, como la construcción naval, las fortificaciones, la astronomía práctica o los trabajos cartográficos.

Los jabeques del rey frente al corso mediterráneo por Eduardo Pascual Ramos (Universitat de les Illes Balears)
Con el siglo XVIII acabó el esplendor del corsarismo mediterráneo que había dado tan buenos frutos a las regencias berberiscas. Aunque su peligro contra el litoral peninsular y el archipiélago balear continuó siendo constante, sus resultados fueron más limitados por la debilidad de las flotas norteafricanas, cuyas razias estaban reducidas a una, dos o tres embarcaciones. Para combatirlo, la monarquía de Felipe V inició un lento, pero preciso, cambio de estrategia en el Mediterráneo empleando dos fórmulas que fueron decisivas. La primera fue aumentar el pabellón naval de la marina de guerra gracias a la decidida política constructiva; la segunda fue incentivar el corso privado de unos particulares decididos a continuar con esta vieja práctica empresarial marítima.

Directores Alberto Pérez Rubio, Carlos de la Rocha, Javier Gómez Valero.

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