El año de gracia de 1575 recibió Bernal Díaz una agradable noticia: el presidente de la Audiencia Real, doctor Pedro de Villalobos, comunicaba al anciano escritor que el rey, -en su consejo- se interesaba por la obra más querida de su vida, la que habría de llamarse 'Historia verdadera' de la conquista de la Nueva España.

La 'Historia' había ido pasando de 'memorias y borradores' y a dos gruesos volúmenes en folio, desde 1550 hasta 1568, en que había concluido la trasncripción total; pero a medida que pasaba el tiempo, el entusiasmo del viejo luchador había ido disminuyendo, no contaba con dinero para editarla, y no conocía a nadie que quisiera cargar con estos considerables gastos...

Y repentinamente había llegado la noticia, que Villalobos había querido comunicarle personalmentem el rey mismo -en su consejo- se interesaba por ella...

Bernal la veía ya publicada y abriendo lucha en la palestra de las letras contra los libros de Gómara, de Illescas, de Jovio... y dejando bien claro, frente a ellos, que la conquista de la Nueva España había sido obra no de un genio individual y desasistido... sino de un equipo de soldados que participaron de sus entusiasmos y de sus decepciones, que se jugaron la vida junto a él y que supieron en los momentos difíciles prestarle su ayuda material, y mucho más la moral que tantas veces necesitó en el curso de aquella epopeya singular.

Y entre todos los conquistadores allí estaba él a quien Dios había guardado para comunicar al mundo esa verdad suprema y definitiva: que no hay capitán valeroso sin soldados valerosos; ni basta para una gran empresa un talento organizador, si no cuenta con compañeros que estén a su altura.

Bernal murió en Guatemala en 1584, precisamente hace 400 años, magnífica fecha para rehacer su simpática figura a través de su crónica y de sus documentos.

Bernal no llegó a ver su obra impresa: la ilusión que iluminó aquella mañana de 1575 fue poco a poco desvaneciéndose; es verdad que en 1576 llegaba la noticia de que el cajón de madera, envuelto en tela encerada, en que viajaba su enorme infolio, había llegado con bien al Consejo; el Consejo había encargado al Presidente diera las gracias al viejo cronista... pero las noticias se interrumpieron... y Bernal sintió que su vida se apagaba, sin ver ni palpar -ya perdida la vista- aquel libro, que había sido la ilusión de su edad madura, de vecino y regidor de Santiago de los Caballeros de Guatemala.

Medio siglo pasaría todavía hasta que la 'Historia verdadera' viera la luz pública; pero desde entonces la 'Historia' de Bernal ha sido guía insustituible de los interesados en estudiar y analizar aquella magna empresa de la conquista.