Los liberales españoles de la segunda mitad del siglo XX tuvieron una serie de rasgos distintivos que hemos querido señalar en este trabajo. En primer lugar, mantuvieron una relación directa con la Internacional Liberal, cuyo primer presidente fue el español Salvador de Madariaga, auténtica referencia para el liberalismo europeo. En segundo término, estos liberales pusieron su afán político en tres elementos: España debía ser una democracia occidental; el liberalismo tenía que poner todo su esfuerzo en la defensa de las libertades concretas y cotidianas, siendo el Estado un instrumento al servicio de la persona y no al revés; los liberales debían trabajar por la promoción social de los ciudadanos. Rechazaron todo tipo de concentración de poder, político o económico, por ser esto contrario a una sociedad de hombres y mujeres libres. Por último, el liberalismo español entre 1940 y 1980, supuso una ruptura con las luchas clásicas de los liberales de raíz decimonónica. La importancia de la política liberal debía discurrir en términos de sosiego y estabilidad. Atrás quedaban las tensiones entre la Iglesia y el Estado, así como las ambiciones revolucionarias de distinto tipo. Todo ello se guardó en una concepción mayor, que apuntaba a la libertad política y económica en España y la cohesión social. Hemos pretendido realizar una rápida visión introductoria de la historia liberal española y una exposición sintetizada de los aires liberales que se respiraban en Europa. Las páginas que tienen en sus manos han querido ser testigo de la entrega que los liberales protagonizaron en la Transición española a la democracia. Las ausencias que pueden apreciarse en este volumen dejarán de acusarse en la medida que esta investigación siga adelante.