Seguimos inmersos en un profundo y largo cambio de época que pide ser entendido. En pocos años se han sumado hechos que todo lo transforman, y el hombre de nuestro tiempo se siente desorientado. Los problemas que tensan la vida cotidiana se han ido gestando en silencio desde épocas anteriores. Tras el cambio climático, la pandemia, las crisis económicas o la guerra, subyace un proceso de cambio en los valores culturales que se ha expresado con fuerza en los cambios tecnológicos que han afectado a la economía desde los años ochenta, en la tensión entre abundancia y paro juvenil, en la irrupción del populismo, las migraciones y la secularización de las sociedades occidentales. La lenta reacción de la sociedad y la decepción de las nuevas generaciones han sido contempladas por el arte moderno con gran sensibilidad en pos de una nueva narración tras detectar el cambio de lugar de la tragedia.
Ningún ámbito de lo humano ha quedado sin ser afectado. La complejidad del proceso hace necesario un estudio transversal entrando en campos de distintas ciencias humanas, y observar tanto el interior de la persona, como la vida colectiva. Para ello son necesarias categorías adaptadas a un mundo nuevo, y una narración que aúne la fluidez y estratificación de la Historia, con la fuerza estructural del imaginario cultural al servicio de la necesidad de sentido.