Madrid anochece tranquilo. El vocerío de los últimos días parece haberse apagado. No se escuchan gritos ni bocinazos, tampoco tiros. Hay pasquines subversivos por doquier y propaganda entusiasta de la revolución en las fachadas de los edificios. Pero ha cesado la violencia y el alboroto. No suenan vivas al rey ni proclamas fervorosas a la república. En su lugar, una tensa calma usufructúa en precario las calles de la capital, bajo la frágil tregua que una y otra España se conceden hasta que hablen las urnas . Así comienza esta novela que nos adentra en los tres últimos días que marcaron el agónico final del reinado de Alfonso XIII. Ni los más fervientes republicanos podían imaginar que unas elecciones municipales como las celebradas el día 12 de abril de 1931 detonarían la caída de rey y la proclamación de la segunda república. El régimen se desvaneció como un suspiro ante el empuje fervoroso de sus enemigos y la apatía suicida de quienes estaban llamados a defenderlo. Aquellos comicios municipales dieron lugar a horas dramáticas que pondrían a prueba la resistencia del régimen dinástico frente a la ola revolucionaria y marcarían un cambio de rumbo decisivo en la historia de España