Muchos son los personajes que, teniendo una ida más que interesante en diversos aspectos, son opacados por otros, más o menos cercanos, y hasta parientes, con iguales o menores méritos que ellos, pero que, por determinadas causas, de unos y de otros, han sido destacados, o lo hicieron ellos mismos, por encima de los primeros; incluso en los propios lugares en los que nacieron. Esto es lo que pasó con el estadillano don Agustín de Abbad, jesuita, profesor y luego director del Colegio de los jesuitas de Calatayud primer director (autor de sus constituciones) del Seminario de Nobles de la propia Calatayud y, mas tarde, también director del Colegio de Monte Sión, de Palma de Mallorca, donde se encontraba cuando fue expulsado, en 1767, de España, como el resto de sus hermanos de religión, y cuya vida es casi desconocida, taponad por la de sus egregios sobrinos, los estadillanos benedictinos Abbad y Lasierra, Manuel, arzobispo de Selimbria e Inquisidor General de España, y Agustin Íñigo, de inmenso recuerdo en Puerto Rico, obispo de Barbastro y que murió preconizado arzobispo de Valencia; ambos tildados de jansenistas; y, por ello, contrarios los jesuitas