El domicilio canónico es un instituto jurídico recibido del Derecho Romano que posee una honda raigambre en el Derecho de la Iglesia. Fundado en un acto voluntario de la persona, el domicilio constituye el origen de múltiples relaciones jurídicas eclesiales, entre las que destaca la inserción en una Iglesia particular, con la consecuente determinación del párroco y del Ordinario propio, quienes tienen el deber de asegurar la debida atención pastoral a los fieles. Sin abandonar el principio de territorialidad, la eclesiología del Concilio Vaticano II y la nueva legislación de la Iglesia han prestado un particular interés a las comunidades complementarias de fieles, determinadas por criterios de naturaleza personal, que tienen como fin la realización de tareas pastorales específicas. Este nuevo contexto ha influido en la comprensión del significado del territorio, así como en la naturaleza misma del domicilio canónico.