En Derecho y Comercio Beatriz Cáreceles analiza el vínculo estrecho que existió entre el orden jurídico y los tratos. El derecho, pero también el conjunto de principios legales que se complementaban con sus reglas, y que actuaban para ordenar la vida de los súbditos en cada una de sus actividades, ha llevado a la autora a replantear el orden del comercio en la Corona de Castilla en el siglo XVII. La esencia de ese derecho era la posibilidad legal de su incumplimiento e inaplicación, sin por ello crear desorden ni desbarajuste en cada uno de los ámbitos de la vida social, porque su tarea era ordenar y vertebrar. Su inobservancia daba paso a un orden natural de las cosas que el derecho sancionaba de forma ordinaria, porque esa era la esencia del orden legal: la preferencia de la indeterminación jurídica por relación a la ley. Es así como la fuente de conocimiento del comercio no podía ser exclusivamente la ley, sino su inobservancia conforme a derecho, lo que obligaba al análisis de su práctica en combinación con los estilos, usos y costumbres. Esta realidad aplicada al comercio tenía como consecuencia la emergencia de su libertad natural como una posibilidad con fuerza legal, que en muchas ocasiones se imponía. Según ello, el conjunto de reglas, reglamentaciones y determinaciones que configuraron los monarcas en esa centuria para regular el comercio con el objetivo de avituallar a los súbditos de forma justa y adecuada, se veían sobrepasadas por el empuje de un comercio que, al abrirse camino, se constituía como una alternativa configurada lógicamente en la mente de los hombres del siglo XVII. Y, en efecto, práctica y teoría les llevo a percibir esa libertad del comercio, que ya aparece abanderada en esa centuria como consecuencia de la observancia de la realidad que no escapó a los contemporáneos, especialmente a los consejeros del Consejo de Castilla, principal institución encargada de gobernar el comercio.