Esta es, como su propio título adelanta, una obra ambiciosa, de modo que lo primero que hay que alabar es el valor que ha de mostrado Fernando Molina al elegir el tema de su investigación y la excepcional madurez científica con que ha cumplido los retos que inicialmente se había propuesto Hablar de antijuridicidad y sistema del delito supone enfrentarse, por una parte, con cuestiones nucleares relativas a la naturaleza y estructura de la norma jurídica y en última instancia, al concepto y función del Derecho mismo, y por otra, a las distintas y numerosas aportaciones que desde hace aproximadamente siglo y medio viene ofreciendo la ciencia penal -especialmente la alemana, en el marco de la teoría jurídica del delito Tarea ingente de la que como podrá comprobar el lector Fernando Molina sale airoso tras muchos años de provechoso estudio y serena reflexión.

A juicio del autor la moderna teoría del delito pese a las apariencias y a las manifestaciones en contra, no ha sido capaz de ofrecer un sistema acabado y estable del delito asentado sobre la distinción de antijuridicidad y culpabilidad, lo que provoca, dentro de la propia dogmática penal de inspiración germánica la aparición de diversas formas de exponer el delito incompatibles en sus presupuestos teóricos y, por ello, también divergentes en soluciones prácticas Ello se debe en su opinión, a que generalmente la dogmática penal no ha sabido percibir adecuadamente la relación entre por un lado, la valoración de un hecho atendiendo a su lesividad para bienes jurídicos, y por otro, el contenido de la norma de conducta Aunque seguramente en la superposición o confusión de estas dos cuestiones intervienen varias causas Fernando Molina atribuye el protagonismo a la ambigüedad del concepto de norma, que se traslada inevitablemente a los términos relacionados de acción lícita y acción antijurídica.