Más que un fotógrafo al uso, con inquietudes puramente artísticas, Harold Edgerton (EE.UU., 1903-1990) fue, ante todo, un investigador y un científico en busca de nuevos modos de ver y percibir el mundo. Sus imágenes deben entenderse como experimentos visuales y científicos donde no se premedita sobre los hallazgos posibles.
Edgerton utilizó muchas de esas instantáneas como works in progress, que sirvieron como punto de partida para desarrollar y perfeccionar los descubrimientos surgidos en cada nuevo experimento.
Su particular modus operandi le permitió registrar acontecimientos rutinarios mediante un sistema de flash electrónico ultrarrápido que él mismo patentó y perfeccionó.
Más allá de su increíble capacidad como inventor y como ingeniero eléctrico, ha dejado un magnífico legado como fotógrafo, lo que imposibilita separar su carácter científico del artístico.
Al final de su vida declaró que aún no había conseguido esa geometría perfecta que andaba buscando en la salpicadura de una simple gota de leche o en el disparo de una bala atravesando una manzana.