En Cartagena había más prostíbulos que escuelas y más prostitutas que maestros. Una parte importante de la población recibió instrucción lupanaria por encima de la escolar. Los trabajos sobre la prostitución cartagenera son bien escasos y rozan el anecdotario más que el análisis científico. Es hora de abordar esta tarea si queremos completar el conocimiento de las clases subalternas. Baste apuntar que el segmento social de referencia desarrolló en varios momentos un protagonismo cierto. Su participación está documentada en los principales brotes de violencia que vivió la ciudad. Desde el linchamiento del general Borja, el 10 de junio de 1808, al de un conocido rufián al servicio de las derechas -Juan Domingo Fernández, el Chipé- el 19 de julio de 1936. Es también una aproximación a la sexualidad, donde el ámbito de lo público y lo privado se entrecruzan constantemente. Todo ello sin perder de vista el contexto económico, social y político de cada momento histórico. Desbrozamos las razones que llevaron a Cartagena a convertirse en un enclave propicio para el arraigo del sexo mercenario; la acotación del Molinete como gueto del sexo mercenario: burdeles, cafetines y tascas, cafés cantantes, dancings y cabarets; su paisanaje habitual: mujeres prostituidas, camareras, madamas, chulos, matones y homosexuales; los discursos del poder y las resistencias encontradas; marco legal, redes, arbitrariedad policial y corrupción de menores; sexo y poder, con el recurso a los bajos fondos; el impacto de la contienda civil y la posguerra; la práctica clandestina; la sororidad y el lesbianismo como formas de resistencia; las prácticas sexuales y las consecuencias de la abolición de 1956.