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La batalla de las Termópilas

La batalla de las Termópilas
(Revista Desperta Ferro. Antigua y Medieval, Nº 67, año 2021)

  • ISBN: 101069149
  • Editorial: Desperta Ferro Ediciones
  • Lugar de la edición: Madrid. España
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 29 cm
  • Nº Pág.: 65
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
7,00 €
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Resumen

En el verano del año 480 a. C. el todopoderoso rey persa Jerjes I se dispuso a vengar la humillación sufrida por su padre en las playas de Maratón diez años antes. Para garantizar el éxito, amasó un contingente descomunal (entre 250 000 y 650 000 hombres) con el que cruzó el Helesponto. Este coloso de miles de pies arrasaba, cual nube de langostas, la tierra por la que pasaba, agotando los alimentos y arruinando a los habitantes de las ciudades que tenían la mala fortuna de hallar en el camino. La sed de este Leviatán persa era tal que, según narran las fuentes, secaba los ríos que atravesaba. A su paso, las aterradas comunidades griegas se iban postrando una tras otra a los pies del Gran Rey, augurando que la conquista de Grecia sería poco menos que un paseo militar. Pero, al llegar al paso de las Termópilas, descubrió que un ­–diminuto– ejército griego de entre 7000 y 11 000 hombres les cerraba el paso. Su comandante no era otro que Leónidas, rey de Esparta, quien acudía acompañado de 300 guerreros escogidos, la élite de la élite, así como de contingentes de otras muchas ciudades griegas. Jerjes estaba convencido de que, a la vista de su ingente poder, los griegos huirían aterrados. Sin embargo, la batalla de las Termópilas se desarrollaría de forma totalmente diferente.

- El ascenso del gran rey. Los primeros años de reinado de Jerjes I por Kaveh Farrokh (Langara College)
El Imperio aqueménida de los medos y los persas fue, a decir verdad, el primer imperio cosmopolita, compuesto por una diversidad de gentes, lenguajes y culturas. Un nombre resuena a lo largo de los milenios, el de un hombre que fue decisivo en su desarrollo: Jerjes I (reg. 486-465 a. C.), que se sentó en el trono a la muerte de su padre Darío el Grande (reg. 522-486 a. C.).

- Esparta, reina del Peloponeso por Paul Cartledge (Cambridge University)
El profesor Cartledge refleja la situación de la ciudad de Esparta en torno al año 500 a. C., cuando se hallaba en su apogeo, lo que explica su gran protagonismo en las guerras heleno-persas que se desatarán apenas un par de décadas más tarde (490-479 a. C.).

- ?El cruce del Helesponto y la invasión de Grecia (481-480 a. C.) por Fernando Echeverría (Universidad Complutense de Madrid)
Meses antes de que Jerjes cruzase el Helesponto con su ejército, todo el mundo griego sabía ya que los persas se acercaban: Heródoto afirma que el gran rey había tomado la decisión de atacar Grecia cinco años antes, tras sofocar una revuelta en Egipto (485), y que dedicó cuatro años a los preparativos de la expedición. Resultaba evidente, por tanto, que Jerjes preparaba una acción contra Grecia, pero los griegos probablemente no podrían todavía estimar su naturaleza, alcance o magnitud. Sin embargo, cualquier duda que pudiesen albergar se disipó cuando en el verano de 481 llegó a Esparta la noticia, enviada por el exiliado rey Demarato, de que Jerjes había abandonado Susa en primavera a la cabeza de un ejército, con destino a la costa.

- Miedo, resistencia y oportunismo. Los griegos ante la amenaza persa por Adolfo J. Domínguez Monedero (Universidad Autónoma de Madrid)
En el año 480 a. C. buena parte de los griegos de Europa ya sabían quiénes eran los persas e, incluso, de lo que eran capaces. No solo habían conquistado hacía ya sesenta años las ciudades griegas de la costa de Anatolia sino que, además, habían extendido su dominio a tierras europeas. Incluso habían intentado desembarcar en el Ática, donde fueron derrotados por Atenas en Maratón diez años atrás. La memoria de esos hechos seguía muy viva en Grecia. Miedo, indecisión, incertidumbre, pero también deseos de resistencia se extendían por el mundo griego.

- Termópilas y Artemisio. El camino de Jerjes hacia Atenas y la venganza por Fernando Quesada Sanz (Universidad Autónoma de Madrid)
Pocas campañas militares en la historia han tenido la repercusión, casi mítica, de aquella del 480 a. C. en la que la aplastante derrota de un ejército griego en el paso de las Termópilas se convirtió en una victoria moral, en un ejemplo que ha guiado a émulos tan diversos como los del Álamo o Stalingrado, tomando un fuerte sesgo ideológico. Una campaña en la que las batallas de Artemisio y Salamina mostraron la decisiva importancia del poder naval. Una campaña, en fin, en la que el poderoso vio erosionada su inicial superioridad por la conjunción de las acciones humanas y de los dioses hasta que una victoria segura se tornó en humillante derrota.

- ?La forja de un guerrero espartiata. Educación, valores, mentalidad por César Fornis (Universidad de Sevilla)
En vísperas de la batalla de las Termópilas, el ojeador persa que espía los movimientos de los griegos cuenta a su señor que los espartiatas pasan el tiempo practicando ejercicios gimnásticos y peinando sus largas cabelleras, una especie de ritual de preparación para la muerte. Ante el asombro de Jerjes, el exiliado rey Demarato le explica que “así es costumbre (nómos) en Esparta antes de matar y morir con todas sus fuerzas”. Y es que, a diferencia de los demás griegos que defienden el desfiladero, los espartiatas no sienten temor de enfrentarse a un ejército infinitivamente superior en número porque viven en una sociedad que, a través de su modelo educacional, sus valores y sus costumbres, les ha preparado para ese momento. Como afirma su rey Agis II, “los lacedemonios no preguntan cuántos son los enemigos, sino dónde están”.

- Los guerreros del gran rey por Sean Manning?
Podemos imaginar el espanto que produciría la perspectiva de combatir a los soldados del gran rey. Heródoto narra los episodios en los que los jonios y, más tarde, los atenienses y espartanos, se enfrentaron a sus ejércitos, pero no responde a todas nuestras preguntas y, además, proporciona datos inconexos que desafían cualquier interpretación simplista de la realidad militar persa. Para comprender el modo de combatir de estos hombres, debemos lanzar la mirada desde Oriente, desde Susa, y no desde Occidente, desde Atenas. Necesitamos emplear todo tipo de fuentes distintas, desde las pinturas parietales de las tumbas hasta las facturas y recibos de equipamiento militar, pasando por narraciones de las batallas y la comparación con paralelos más recientes.

- Y además, introduciendo el n. º 68, Sibila de Jerusalén. La reina que no pudo reinar por Javier Albarrán (Universidad Autónoma de Madrid)
Balduino IV fue proclamado rey en 1174 tras la muerte de su padre Amalarico. Educado por el cronista y arzobispo Guillermo de Tiro, desde niño había sido diagnosticado de lepra. Es por ello que su hermana Sibila, pese a haber sido criada en el convento de San Lázaro en Betania, alejada por tanto de la corte, se iba a convertir en una pieza clave en el futuro del reino latino de Jerusalén. Aunque su mano se convirtió en un preciado tesoro para las diferentes facciones que se disputaban el poder en el Estado cruzado, Sibila demostró también una autonomía política digna de mención.

Directores Alberto Pérez Rubio, Carlos de la Rocha, Javier Gómez Valero.

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