Ilusión-placer, placer-ilusión, nos regalan cientos de escaparates que pululan por las aceras de nuestras villas y ciudades. Cada día recibimos un bombardeo incesante y múltiple de propaganda y publicidad turística del propio país o de otros extranjeros más o menos asequibles, más o menos exóticos, que mueven apasionadamente nuestro deseo o nos dejan nostálgicos, según veamos la posibilidad o no de alcanzar esos paraísos. El fenómeno forma parte de la propaganda de Estado, y es fruto de la articulación premeditada de campañas estables, profundas, bien presupuestadas y en íntima imbricación con las fuerzas económicas del sector. Se trata de unir esfuerzos para atraer al forastero quien, disfrutando, debe gastar sus divisas dándose mejor vida. La curiosidad nos llevó a intentar descubrir cómo había comenzado a moverse el viajero por nuestros lares y cuándo habían comenzado en España las primeras organizaciones del turismo. Al adentrarnos en la materia, muy variopinta al comienzo, pero estrictamente definida y concretada con el paso del tiempo, hemos observado que el Turismo es, después de la política, la comunicación de masas más prolija. O dicho de otra forma, es la comunicación social de tipo propagandístico y publicitario que más masas mueve. Esa comunicación, en nuestro país, llega a través de redes estatales y de iniciativa privada, hasta hace poco tiempo trazada en tela de araña, partiendo del Gobierno Central. Con el reconocimiento de las Autonomías, además de mantenerse la red central se articularon otras por sectores, en algunos casos haciéndose notar tanto en anuncios del transporte público como en suplementos de la prensa extranjera. La comunicación social #por y para el Turismo# es de lo más gratificante pues vende ilusiones de placer, felicidad y florecimiento cultural, todo lo que la esencia humana anhela en grado máximo.