Si siempre es necesario tener en cuenta que no se puede hablar de retórica sin atender a su dimensión política, es decir, a su origen más antiguo judicial y político, por su función en la polis, por su uso cívico, esta afirmación adquiere en la sociedad actual dimensiones amplísimas por las extraordinarias y constantemente renovadas posibilidades de los nuevos medios de comunicación.

La retórica, como técnica y como ciencia, con sus operaciones perfectamente estructuradas, facilita la comunicación entre los seres humanos. Es el arte de pensar bien, de razonar bien y de hablar bien. Su vinculación con la verdad garantiza su eficacia en la construcción de los discursos de la sociedad desde la fundamentación ética de ésta.

Por tanto, la retórica se ha convertido en un instrumento comunicativo del que no se puede prescindir en la actividad política. Convencer y persuadir son los fines esenciales de todo discurso político, es lo que da sentido a su comunicación, bien para informar, bien para solicitar una participación, bien para emitir un juicio. No hay política sin comunicación pública y no hay posibilidad de comunicación intencionada sin retórica. Son vasos comunicantes que se necesitan y que justifican reflexiones sobre una cuestión tan palpitante y necesaria como las que se ofrecen en los diferentes artículos que componen este volumen.