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El Gran Juego

El Gran Juego
(Revista Desperta Ferro. Moderna, Nº 11, año 2014)

  • ISBN: 100957576
  • Editorial: Desperta Ferro Ediciones
  • Lugar de la edición: Madrid. España
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 28 cm
  • Nº Pág.: 62
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
7,00 €
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Resumen

SUMARIO:

· Guerra fría en Asia Central por Jennifer Siegel (The Ohio State University). A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, las fronteras formales e informales de las grandes potencias hegemónicas europeas en Asia –los imperios británico y ruso– se situaron cada vez más cerca. Los británicos consolidaron sus posiciones y fortalecieron su control sobre la India y sus regiones fronterizas norteñas. Los rusos, bloqueados en el Próximo Oriente tras su derrota en la Guerra de Crimea (1853-1856), volvieron su atención hacia los territorios contiguos a sus posesiones asiáticas, que representaban un desafío potencial para su seguridad. El centroasiático es un entorno geoestratégico que parecía diseñado para provocar un conflicto diplomático y militar entre ambas potencias. Esta gran competición entre imperios rivales se dio a conocer en la literatura inglesa con la expresión de “el Gran Juego”.

· La Primera Guerra Anglo-Afgana (1838-1842) por Jules Stewart. En 1836 el ejército persa y sus aliados rusos acampaban fuera de las puertas de Herat, en el Afganistán occidental. Esto desató la preocupación británica por la seguridad de la frontera de la India con su vecino afgano, una tierra que estaba tan políticamente fragmentada en el siglo XIX como lo está hoy día. Si Rusia tenía intenciones serias de atacar la India británica, la ruta obvia era a través de Afganistán, por los pasos de la frontera del Noroeste, la parte más vulnerable de la India británica. A pesar de las escasas evidencias fundadas de esta supuesta amenaza, Gran Bretaña se decidió por la invasión preventiva del territorio afgano.

· La encrucijada afgana por William Dalrymple. “El que no esté con nosotros, está contra nosotros […] debemos asegurar Afganistán”. Con estas palabras de John MacNeill, rusófobo enviado como embajador a Teherán, se iniciaba en 1838 una guerra innecesaria, costosa y completamente evitable. Los paralelismos con la contienda iniciada en 2001 no son meramente anecdóticos.

· Nikolái Przhevalski. Explorador y espía durante el Gran Juego por David Schimmelpenninck van der Oye (Brock University). Al igual que cualquier niño británico sabe de David Livingstone, todo escolar ruso conoce la carrera del gran explorador del Asia Central, Nikolái Mijáilovich Przhevalski. Miembro destacado de la Sociedad Geográfica Imperial Rusa, nadie ejemplificará mejor que él la doble naturaleza, académica y militar, de esta, la contribución de Przhevalski tanto al conocimiento científico como al estudio cartográfico de Asia Central, siempre al servicio del Estado zarista, será fabuloso.

· El establecimiento del Turquestán ruso por Evgeny Sergeev (Academia Rusa de Ciencias). El general Dimitri Romanovski, uno de los comandantes más activos del Turquestán, consideró el intervalo entre 1854 y 1867 como una etapa crucial en la consecución de la ambiciones rusas por subyugar Asia Central. Sin embargo, su lectura necesita una ligera corrección, ya que fue en la década entre 1864 y 1873 cuando la conquista de los janatos ocurrió realmente, la cual se inició con el asalto a Joqand, llegó a su culmen con la formación de la gobernación general del Turquestán y acabó con la derrota del último estado independiente turcómano, Jiva.

· El espionaje británico y el Gran Juego por Rob Johnson (University of Oxford). Durante el siglo XIX, la inexorable expansión territorial Rusia en Asia parecía amenazar la seguridad de la India británica. Los británicos intentaron llegar a acuerdos con San Petersburgo, lanzaron campañas militares para asegurar sus fronteras e intentaron coaccionar a diferentes entidades políticas para que entrasen en su esfera de influencia, pero también enviaron agentes de inteligencia para estudiar y vigilar los accesos al subcontinente indio, en preparación de una guerra que parecía inevitable.

· La batalla de Maiwand por Richard J. Stacpoole-Ryding. El 27 de julio de 1880, en el transcurso de la Segunda Guerra Anglo-Afgana, se libró en los llanos de Helmand una terrible batalla que ha pasado a la historia como un desastre de la historia militar británica, una catástrofe en la columna al mando del general Burrows sufrió graves pérdidas pero en la que se dieron numerosos actos de valentía y coraje. Fue la última acción en la que las banderas de la reina y de los regimientos se llevaron a la batalla.

· La conquista rusa de Turkmenistán por Evgeny Sergeev (Academia Rusa de Ciencias). Al término de la década de 1870 la mayor parte de Turkmenistán se mantenía como la única área independiente de Asia Central que permanecía más allá de las esferas de influencia rusa o británica, aunque los gobernantes de Persia, Afganistán Jiva y Bujara competían por dominar a la población turcómana. Muchos militares rusos urgieron a San Petersburgo a iniciar la guerra tan pronto como fuera posible. Según los informes de los cónsules rusos que estaban en las ciudades en la frontera persa, los agentes británicos estaban instigando la inmediata unificación de las tribus turcómanas más numerosas en una especia de confederación bajo el patronazgo de Persia con el fin de oponerse al futuro avance ruso.

· “Dios está en el cielo, el rey en España y yo estoy aquí”. La esencia del conquistador español por Gabriel Martínez. Céspedes del Castillo en su libro América Hispánica, recogió esta frase pronunciada por uno de tantos conquistadores españoles en la isla del Gallo en septiembre de 1526, al norte del actual Perú, y que resume la esencia de la conquista española de América. Iniciativa individual al servicio de una monarquía en plena transformación, que salía revigorizada del Medievo, y con el impulso de una fe religiosa que les dotaba de una superioridad psicológica frente a sus rivales y en posesión de una mejor tecnología.

Directores Alberto Pérez Rubio, Carlos de la Rocha, Javier Gómez Valero.

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