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Dragones de Cuera: el salvaje Oeste español

Dragones de Cuera: el salvaje Oeste español
(Revista Desperta Ferro. Moderna, Nº 68, año 2024)

  • ISBN: 101107492
  • Editorial: Desperta Ferro Ediciones
  • Lugar de la edición: Madrid. España
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 28 cm
  • Nº Pág.: 65
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
7,50 €
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Resumen

Antes que por los vaqueros y la caballería estadounidense, la frontera del oeste norteamericano fue recorrida por soldados de cuera, ciboleros –cazadores de bisontes–, comancheros y tramperos españoles o novohispanos, también conocidos como dragones de cuera. En el siglo XVIII, el vasto territorio que se extendía desde las estribaciones meridionales de los montes Apalaches, en el norte de Florida, hasta la costa de California, pasando por el ancho Misisipi, las Grandes Llanuras, las Montañas Rocosas y el desierto de Sonora, constituía la más extensa de las fronteras de la Corona española. Se trataba de las llamadas Provincias Internas del virreinato de Nueva España, cuyos escasos habitantes, europeos, indígenas y mestizos, libraron en aquel siglo guerras sin fin contra los pueblos nativos que se resistían a la sedentarización, principalmente los aguerridos y temibles apaches y comanches. Una línea de presidios, guarnecida por los célebres soldados de cuera –así llamados por sus protecciones– funcionaba como defensa de los pueblos, villas y misiones de la frontera. La existencia no era sencilla en aquel territorio árido e inhóspito cuyos límites se desconocían, el Septentrión, en el que brillaron con nombre propio avezados soldados y exploradores como Juan Bautista de Anza, el irlandés Hugo O’Connor o el explorador y cartógrafo Bernardo de Miera y Pacheco. Nos adentramos, en este número, en la frontera norte novohispana para conocer cómo fueron las fricciones entre europeos e indígenas y la incierta existencia de los soldados, colonos, misioneros y aventureros que se encaminaron hacia allá.

Tierra de frontera. La voluntad española de permanecer en el oeste de Norteamérica por Rafael Torres Sánchez (UNAV)
La presencia española en Norteamérica se ha explicado básicamente a partir de las exploraciones de su territorio. El conocimiento de su geografía y de sus habitantes, con ser decisivo, no fue la única causa para explicar la voluntad de permanencia en un extenso territorio al norte de Nueva España: Septentrión. Hoy en día los investigadores consideran que hubo otros factores más importantes que permiten comprender por qué los españoles, contra todo pronóstico, perseveraron en la ocupación del oeste de Norteamérica. Diversos motores estimularon la voluntad de permanecer e integrarlo en el resto del Imperio español.

Los indígenas de Septentrión y la transformación de las Grandes Llanuras por Joaquín Rivaya-Martínez (Texas State University)
A la llegada de los españoles, el actual suroeste de Estados Unidos estaba habitado por numerosos grupos indígenas de gran diversidad lingüística y cultural. Las enfermedades infecciosas del Viejo Mundo y la introducción de nuevas especies y tecnologías afectaron a las sociedades amerindias de forma desigual. En este artículo se discute brevemente la evolución histórica de dos grupos, los indios pueblos de Nuevo México, agricultores sedentarios, y los apaches, en su mayoría cazadores-recolectores nómadas. Por último, se describe las enormes transformaciones originadas por la difusión del caballo entre los indios de las Grandes Llanuras y su periferia.

El presidio. Una institución fronteriza por Javier Torre Aguado (Denver University)
El presidio fue una de las bases de la presencia española en América entre los siglos XVI y XIX. Hoy día, y desde el siglo XIX, empleamos el término como equivalente de cárcel, pero ese no era el único significado que tuvo históricamente. Eran fortificaciones que albergaban una población de soldados-colonos asentados en una región fronteriza. En la frontera norte de Nueva España, a finales del siglo XVIII, había una hilera de ellos que iba desde el océano Pacífico hasta el Atlántico. Estos puestos militares ejercieron un papel crucial en el proceso de expansión imperial, tratando de asegurar el territorio recién ocupado y de mantener el control sobre una región agreste con una población indígena que, con frecuencia, ofrecía resistencia al avance hispano.

Tras la huella. Las expediciones españolas contra apaches y comanches (1760-1780) por Juan Pablo Martín Muñoz
Los apaches llegaron al suroeste hacia el año 1500, poco antes que los españoles. Los comanches arribaron hacia 1700. Por su belicosidad chocaron con España y otras tribus, generando una guerra fronteriza casi perpetua. El poder español combatió a estas dos etnias, como hacía con otras desde doscientos años atrás. Los Borbones, con sus reformas, trataron de crear una línea defensiva estática basada en pequeños presidios de tierra o simplemente, presidios. Las incursiones nativas podían ser de guerra, por botín o venganza, y siempre podían acabar en violencia. Las expediciones contra los nómadas fueron la expresión neta de estas guerras.

Los soldados de cuera. Guardianes de la frontera por Rafael Rodrigo Fernández
Las tropas presidiales han pasado al imaginario colectivo con la denominación de dragones de cuera, término que se ajusta bastante bien a quiénes fueron y cuáles las funciones que desempeñaron en los confines del mundo conocido en aquella época. En general se trataba de novohispanos, muchos de ellos mestizos, coyotes o jenízaros, cuando no indígenas y mulatos; gente de frontera muy acostumbrada a la vida en condiciones duras. Las funciones que desempeñaron fueron muy variadas; podemos destacar la vigilancia y seguridad de vías de comunicación, haciendas y poblaciones, la construcción de presidios, la defensa y cuidado de personas y animales, la formación de patrullas punitivas y la participación en campañas militares contra indios hostiles.

Apaches y comanches. El límite a la colonización de Nueva España por Max Flomen (West Virginia University)
El fracaso de la colonización europea a lo largo de la frontera septentrional de Nueva España cobra sentido por el choque de las culturas políticas imperial e india. Durante más de tres siglos, las naciones indígenas nómadas del norte de México se enfrentaron al avance de los colonos ibéricos, mesoamericanos y africanos. El control del territorio y de las personas fue el centro de esta prolongada lucha. Al adaptarse a las nuevas tecnologías e instituciones, especialmente a las herramientas de metal y a los caballos, los pueblos apache y comanche alteraron la ecología y la geografía humana de la frontera, de forma que supusieron un formidable desafío a las ambiciones imperiales de la España borbónica.

La campaña de Juan Bautista de Anza contra Cuerno Verde en 1779 por Joaquín Rivaya-Martínez (Texas State University)
En el verano de 1779, tras un incremento sin precedentes de las incursiones comanches en la provincia de Nuevo México, su gobernador, Juan Bautista de Anza, lideró una campaña de castigo en la que participaron unos ochocientos hombres, incluidos soldados del presidio de Santa Fe, milicianos e indios aliados, y más de mil caballos. Cruzando tierras solo parcialmente exploradas en condiciones muy adversas, los expedicionarios recorrieron una gran distancia hacia el norte para atravesar las montañas Rocosas, logrando así sorprender y poner en fuga a una ranchería comanche a orillas del río Sacramento. De regreso a Nuevo México derrotaron a una gran partida de guerreros comanches que regresaban de un ataque fallido al pueblo de Taos, lance en el que perdió la vida Cuerno Verde, prestigioso líder y principal instigador de las hostilidades. Estas victorias reforzaron el prestigio militar de Anza, cuya campaña sirvió para sentar las bases de una paz duradera con los comanches.

Bernardo de Miera y Pacheco. Un aventurero en el Septentrión novohispano por Javier Torre Aguado (Denver University)
¿Quién puede poner rostro a un colectivo, encarnar los valores de una comunidad, servir de botón de muestra de toda una sociedad, tan variada como la sociedad novohispana del virreinato? Quizás el perfil más representativo sea el del soldado de cuera español, el combatiente expuesto a la deshidratación bajo un sol abrasador, la mordida de una serpiente o un flechazo. Este soldado que es además colono, granjero, ranchero, aventurero y que, impelido por las circunstancias, ha tenido que buscarse la vida en un espacio desconocido y lejano, donde las leyes están todavía a medio escribir. El nombre de nuestro personaje es Bernardo de Miera y Pacheco. La suya fue una vida fronteriza, marcada por la pugna entre la inseguridad y la determinación.

Directores Alberto Pérez Rubio, Carlos de la Rocha, Javier Gómez Valero.

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