Lord Byron, medía un metro setenta y cinco, tenía una malformación en el pie derecho, el pelo castaño, una palidez asombrosa, sienes de alabastro, dientes como perlas, ojos grises ribeteados por pestañas oscuras y un encanto al que ni mujeres ni hombres podían resistirse. En él todo era paradójico: era introvertido y extrovertido, guapo y deforme, serio y gracioso, derrochador y, a veces, mezquino, y poseía una inteligencia feroz pero enjaulada en la magia y la malicia de un niño. Además, era un gran poeta, aunque, como él mismo nos recuerda, la poesía es un talento diferente y tiene poco que ver con la vida individual de su creador. Poeta errante, genio amoral, al margen de las convenciones sociales, Lord Byron simboliza la unión indisoluble entre existencia y creación. Su trágico final vino a culminar una vida plena de heroísmo, exceso y rebeldía.