Para los especialistas, definir la civilización etrusca no es tarea sencilla. De hecho, está permanentemente sometida a diferentes interpretaciones que, aun a pesar de su aparente solidez intelectual, resultan asombrosas.

La civilización etrusca es, desde el punto de vista arqueológico y artístico, el resultado de una fuerte personalidad propia influenciada, en un primer momento, por patrones ideológicos de elevado carácter oriental y, en un segundo momento, por patrones de un altísimo carácter griego. Sin embargo, esa imponente personalidad hará que ni la influencia oriental primera, ni la griega posterior, la hagan parecer meramente oriental o griega, sino una nueva formulación que incluye rasgos de una y otra cultura: de la oriental primero y, una vez desaparecida por completo ésta, del helenismo. Sorprende descubrir también que la etrusca es una religión revelada mediante profetas. El etrusco estaba, por ello, permanentemente obsesionado con conocer la voluntad de los dioses y, a su vez, con las ideas del más allá y el alma. Muchos especialistas sostienen que el hombre etrusco creía en dos almas: una que ascendía al cielo en un viaje lleno de peligros y otra que se quedaba en la tumba para allí vivir eternamente. El libro se detiene sobre cuestiones como la igualdad entre hombres y mujeres en esta cultura, algo que sorprende pese a que sus dos áreas de influencia, la oriental y la griega, estaban muy alejadas de esta práctica. Etruscos explica todas estas ideas y otras muchas con el fin de fijar y reunir los conocimientos empíricos o cuasi-empíricos que, de esta civilización, pueden afirmarse en el estado actual de nuestros conocimientos.