La correspondencia entre Ricardo Molina y Vicente Aleixandre, publicada en el primer volumen, se completa en este segundo con la transcripción y anotación de las cartas –en su mayoría inéditas– que el poeta y codirector de la revista Cántico intercambió con otros miembros de aquella generación: Luis Cernuda, Jorge Guillén, Gerardo Diego y Dámaso Alonso. Este valioso legado epistolar, que forma parte del archivo personal de Molina, se convierte en una prueba fehaciente de la firme unión entre los poetas del 27 y los jóvenes de Cántico, que con su revista trataron de reavivar la voz poética en el sur convirtiéndose a su vez en referencia de generaciones posteriores, desde finales de los años sesenta hasta nuestros días. Estos dos volúmenes alumbran una nueva faceta de ambos grupos poéticos, tan proclives a la amistad y, por fortuna, tan prolíficos en cartas.

En las cartas cruzadas en este segundo volumen los poetas hablan de proyectos literarios, concepciones poéticas, libros en ciernes, conferencias, recitales previstos, etc., pero también de experiencias vitales, confidencias y privacidades. Valga como muestra el comentario de Luis Cernuda al recibir el número de la revista dedicado a él: «Cuánto bien me ha hecho ver que no estoy tan solo como a veces me figuro».