'A todo el mundo le gustaba lke', se decía. Dwight D. Eisenhower fue, de hecho, una curiosa combinación: afectuoso y extravertido por fuera, pero frío y, a menudo,
sorprendentemente egoísta. En noviembre de 1942, Eisenhower era general al mando de las fuerzas angloamericanas que invadieron el norte de África. A finales de 1943 fue elegido para dirigir las fuerzas aliadas que preparaban la invasión de Europa occidental e impidió que las tropas alemanas triunfaran en Occidente.
Era el obvio comandante supremo de las fuerzas en Europa de la Alianza Atlántica en 1951, cuando los norteamericanos decidieron respaldar su participación en la defensa de Europa con un importante contingente militar. Esto, a su vez, le llevó a la presidencia en 1952. En 1956 fue reelegido por aplastante mayoría. En política
interior, su objetivo era el sueño conservador: impuestos bajos y mínima intervención del Gobierno federal. En política internacional, mantuvo la supremacía de Estados Unidos sobre la Unión Soviética, con el desarrollo de la disuasión nuclear. Su presidencia se considera ahora como una de las que más éxito han tenido en este siglo, pero sus ideales conservadores no sobrevivieron mucho tiempo.